La sociedad española se sacude hoy con una noticia sobre el desgraciado caso de los niños Ruth y José, por cuya desaparición está procesado su padre José Bretón. Al parecer, pues las noticias que he leido sobre lo mismo en diferentes periodicos tienen sus discrepancias, un informe pericial encargado por la madre de los niños, arroja resultados diferentes al informe policial, y expresa que los restos oseos encontrados en la finca, serían de menores y no de otros mamiferos (rodeores) como apuntaba el policial. Sin existir aun análisis de ADN, esto ha hecho que las redes sociales, den por cierto que tales restos son los de los niños y que el padre los ha asesinado.
El derecho a la presunción de inocencia no es algo nuevo (y ya he escrito otras entradas sobre esto como aqui y aqui) y podemos cifrar el cambio de modelo penal, de un modelo inquisitivo a un modelo progresivamente más garantista desde el S XVIII siendo fundamental a este respecto la obra de Beccaria, siempre referencia para los estudiosos del derecho penal.
El problema de los debates como el de hoy, respecto a Jose Breton, es que parten de un caso concreto. Debemos hacer un ejercicio de abstracción muy sencillo. Imaginemos que nosotros somos procesados por un delito que no hemos cometido. ¿Como nos gustaria que fueramos juzgados? ¿Por una turba poco reflexiva impulsada por la pasión y las ansias de venganza? ¿o por un sistema garantista, en el cual alguien (singular o plural) con la mayor objetividad posible analizara las pruebas de cargo y de descargo?
Nunca debemos perder de vista, que quienes tanto insistimos en momentos como este, en la fria reflexión, en no hacer juicios paralelos, etc., no pensamos en el caso concreto sino en un sistema al que en muchas ocasiones se va a someter un inocente. Que no siempre el acusado es culpable. Todos los que trabajamos el derecho penal hemos sufrido, esa es la palabra, sentencias en las cuales sabemos que se ha condenado a un inocente. En definitiva, toda garantía es poca. Toda suposición de culpabilidad, mucha.
Hay quien enarbola el derecho a la libertad de expresión para articular su opinión. Naturalmente que es así, y que ese derecho existe. Pero hay que ser muy conscientes de como se articula ese derecho. Al principio ya he expresado que sobre este suceso he leido varias noticias todas ellas con discrepancias. Que no se tienen todos los datos que obran en el procedimiento. Que esas noticias pueden estar equivocadas. Y que nuestra reflexión, sobre un andamiaje instrumental tan endeble, también puede ser equivocada.
Por eso, y ya se ha pronunciado hace decadas tanto el Tribunal Constitucional, como tribunales internacionales, es esencial que alguien sea juzgado por un órgano imparcial. Por eso, quien tiene contacto con los datos de una investigación se contamina, y no puede evitar efectuar conclusiones, y de ahí en nuestro sistema penal, el juez instructor ni puede ni debe juzgar (aunque juzga, las faltas), porque en mayor o menor medida, conocer la investigación le contamina, le hace presuponer la inocencia o culpabilidad del imputado, y si ordena continuar el procedimiento y que se abra juicio oral, no puede juzgar, porque está contaminado, en mayor o menor medida, atisba la culpabilidad del procesado.
Por eso resulta lamentable, asistir al habitual espectáculo en los casos mediaticos, de expresiones exaltadas y de juicios paralelos, pues precisamente, una de los más graves ataques al derecho a la presunción de inocencia es estas conductas.
Es decir,como ciudadanos podemos tener nuestro análisis de certeza o probabilidad, pero no juzgar ni determinar la culpabilidad de José Bretón, pues no nos corresponde a nosotros. Le corresponde al sistema judicial, con sus garantías, todavía límitadas y necesitadas de ser ampliadas, en un trabajo que como digo, nos lleva más de 300 años de derecho penal "moderno". Y cuando afrontamos estas noticias, se nos revuelvan en mayor o menor medida las entrañas, ser pacientes y confiar en la Administración de Justicia. Y si algo debemos exigir, es un juicio justo. Ni más ni menos.
Este blog se titula "De lo justo y de lo humano" por algo. Porque lo justo va intrinsecamente unido a lo humano. Pero muchas veces lo humano, no es justo. Parece indudable que el afan de venganza es humano. Pero la venganza no es justicia. Es comprensible que la gente se indigne, se enfade o se le revuelva el estómago. No es comprensible que se hagan juicios paralelos, se pidan cadenas perpetuas o cosas peores.
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