Otra de esas entradas que tardaban. Estos días era noticia la bajada del paro en nuestro país, aunque hace poco la EPA arrojo unas cifras dramáticas y propias de una desestibilización social que no se palpa en la calle. Paradójicamente, esta semana he tratado varios temas de despidos en el despacho.
Hay un elemento común a muchos de estos despidos, así como a otros muchos trabajadores que aun mantienen su puesto de trabajo. Voy a tomar algunos aspectos de uno de estos casos por su especial gravedad: trabajador que en toda su vida laboral con ese empresario no ha disfrutado de vacaciones, ni de licencias, jornada de lunes a domingo y cobrando por debajo de convenio. Parece mentira o exagerado pero no lo es. Aunque sea un caso que parezca extremo no es el único y tiene un paralelismo con otros muchos.
Cuando me cuentan este tipo de cosas siempre pregunto lo mismo, no por curiosidad pues conozco perfectamente la respuesta, sino desde un plano asertivo, para demostrar interés. ¿como has aguantado todo eso? La respuesta como digo la conozco, pues siempre es la misma, por mantener el puesto de trabajo.
Algo común a todos los supuestos. La práctica totalidad de los trabajadores adopta un perfil pasivo en la defensa de sus derechos, prefieren aceptar las exigencias y abusos empresariales, con el objeto de mantener el puesto de trabajo. Puede pensarse que esto es propio de la situación actual, y desde luego este perfil se ha acentuado, en el sentido de que las exigencias empresariales, los abusos y prácticas coactivas, se han incrementado o son de mayor calado; ayudado por una reforma laboral que profundiza en la pérdida de derechos laborales. Pero no nos engañemos, esta actitud de los trabajadores no es exclusiva de estos últimos años, sino generalizada de toda su vida laboral, incluso en los "buenos" tiempos.
Llevo años señalando a clientes, conocidos y amigos, que esa actitud es incorrecta, cuando renunciaban a vacaciones, a complementos salariales, cuando hacían más horas de las debidas sin que les fueran remuneradas o compensadas; como agorero les indicaba que no fueran tontos, que no eran más que números para la empresa en su contabilidad; que cuando las cosas se pusieran jodidas su empresa solo iba a pensar en ahorrar costes, que siempre empezaban por reducir los costes laborales, y que en ese caso de nada les iba a servir su actitud, que no les iba a ser valorada y que serían despedidos sin la más mínima consideración.
Y también es común dicha reflexión a muchos despedidos, en ese momento doloroso, el pensar ¿por qué a mi? el recordar lo que habían hecho por la empresa, lo que no habían exigido, con lo que habían tragado. En esos momentos suelo guardar silencio y señalarles que no es una cuestión que derive de su capacidad, motivación o implicación con la empresa, sino de fríos números, de abaratamiento, de costes. Trato de preservar su dignidad personal.
Y no les digo lo que debería de decirles, porque no es el momento ni la ocasión. Pienso que ya lo reflexionarán ellos por sí mismos. Pero lo voy a decir aquí: que nos quejamos mucho de las constantes exigencias patronales; que reaccionamos enfadados ante los recortes sociales de las reformas laborales; pero que toda esa batalla esta perdida desde el mismo momento en que el trabajador decidió renunciar a defender sus derechos laborales. Una actitud sumisa desde hace décadas. Y que esa actitud de sumisión probablemente sea la que tenga mayor responsabilidad en su situación actual.
Suelo decir que uno de los males de este país, es que no tenemos empresarios. Tenemos otra cosa. Pero quizás tampoco tenemos trabajadores. Igual también tenemos otra cosa.
Hace poco hacia esta reflexión respecto al asunto de un buen amigo. Su sumisión a los actos de la empresa acabó derivando en su despido. Al final, hagas lo que hagas, todo se reduce a la cuenta de resultados, salvo contadas excepciones. Una vez alguien me dijo "Pienso como Tu". :-)
ResponderEliminar