Es demasiado habitual en determinados procesos penales encontrarse con que la motivación de inicio del mismo no ha sido como tal voluntad expresa de persecución y sanción de un comportamiento delictivo, sino la resolución de un conflicto.
El otro día tras la celebración de las jornadas sobre delincuencia económica en las que participé como organizador con otro compañero, comentabamos informalmente la preocupación por el incremento de este tipo de procedimientos buscando una solución penal alternativa a otra manera de afrontar judicialmente el conflicto como es su orden natural, el civil o en la especialización del juzgado mercantil. Nada nuevo, pues la denominada querella catalana, aquella que busca satisfacer una pretensión civil mediante la presión de un procedimiento penal es utilizada desde siempre, se puede decir. Aunque quizás se haya producido un incremento de estas cuestiones en estos últimos años, sobre todo después de la implantación de las aberrantes tasas judiciales.
No es solo el ámbito económico. Es especialmente sangrante en el caso de conflictos de carácter familiar, de difícil resolución y afrontamiento, como es aquel de padres superados por hijos adolescentes conflictivos. A veces se acude al sistema penal con la esperanza de generar una intervención de la administración y que de esta manera se solucione el problema, pero ni las medidas cautelares de no acercamiento y comunicación (vulgarmente conocidas como ordenes de alejamiento) resuelven nada por si solas, ni la maquinaria procesal penal tiene intención de resolver conflicto alguno, sino sancionar una concreta conducta. Sancionada, el problema de base continuará allí.
En estas 24 horas de guardia con menores he tenido ocasión de poder contrastar con varios profesionales de las fuerzas y cuerpos de seguridad esta sensación, de pertenencia a un engranaje que no va a satisfacer los intereses del denunciante, muy seguramente pensando que dicho engranaje debería ir dirigido a conductas especialmente graves, como son las que se relación con la corrupción. Pero no es solo hoy, recuerdo otras ocasiones en que alguien acaba detenido porque llamó a la policía "para mediar" y como muchas personas creen que el procedimiento penal es dispositivo, es decir, que pueden pararlo cuando quieran.
En momentos como esos se evidencia como el sistema procesal difícilmente arroja resultados satisfactorios y es cuando más evidente se hace tanto la necesidad de incorporar mejoras al mismo, como de apostar por sistemas alternativos de resolución de conflictos.
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