domingo, 29 de abril de 2018

SENTENCIAS INJUSTAS

Estos días hay una importante parte de la sociedad indignada por la sentencia de la Manada (y eso que ha sido condenatoria) mientras que las personas que profesionalmente trabajan en la Administración de la Justicia o cercanas a ello se encuentran manifiestamente superadas por esa reacción sin acabar de entender muy bien por qué se produce y sientiendose injustamente (y con razón) atacados.

Vaya por delante que desde ese ámbito cercano a la administración de Justicia debería salirse de la natural y normal reacción defensiva a indagar, preguntarse, cuestionar (en el sentido de averiguar) cual es la base y motivación de esa separación o fractura social con los que son sujetos pasivos de la Justicia y no veo que ninguna institución, asociación o colectivo vaya por allí.

Escribí hace unos días unas reflexiones sobre la sentencia  de la Manada sin ninguna pretensión más allá de sacar fuera de mi lo que personalmente me estaba generando esa fractura social. La entrada en cuestión se ha viralizado y hay quien públicamente me agradecido una labor pedagógica que no tengo, no soy ningún influencer, soy meramente un abogado sencillo abriendose al mundo desde su blog.

Pero con esta entrada sí que quiero aproximar al lector a lo que son las sentencias judiciales partiendo de un caso en que lo único que tiene en común con la sentencia de la Manada es su inmediación temporal, este fue un juicio que hice yo el miércoles, el día antes de la publicación de la sentencia.

Entremos en materia: un "robagallinas" con nula inteligencia criminal y actualmente ya cumpliendo por otras causas. Acusado de un robo con fuerza en un coche no hay prueba directa y solo un endeble indicio lo situa: lo que se robó en el coche fue una botella de Carlsberg y cuando un testigo lo ve en la zona ve que se le cae una botella de Carlsberg. Para entender mejor el ejemplo supongamos (naturalmente el robagallinas me dijo que era inocente) que verdaderamente fue el autor del robo.

- En mi opinión claramente no hay prueba suficiente para poder condenarlo, nadie le ha visto hacerlo y una botella de cerveza (aunque fuera Carlsberg) es un elemento lo suficiente común como para que podamos pensar que justo es la botella robada. La sentencia por tanto debería ser absolutoria. pero si la sentencia es absolutoria sería una sentencia injusta. Recordemos que es el autor del robo



- La sentencia considera que es prueba suficiente y es condenatoria. La sentencia condenatoria es injusta también, dado que conforme a la jurisprudencia sobre prueba indiciaria no hay prueba suficiente.

Observemos como en este supuesto, cualquier resolución judicial es injusta o dandole la vuelta es justa. Es justa si se condena al verdadero autor material del robo y es justa si se absuelve porque se han cumplido los principios procesales entre ellos el de in dubio pro reo.

Estamos hablando de un caso donde el perjuicio de los hechos  (fractura de cristal y botella de carlsberg) no supera los 200 euros. El daño generado al particular y a la sociedad (actualmente el autor está cumpliendo condena por otros  varios hechos) es prácticamente inocuo. Pero esto, sucede en todos los casos que se plantean en un juzgado.

Creo que este caso evidencia que la función de juzgar es compleja y difícil, la solución a la que se llega no siempre va a ser la correcta y sobre lo que es justo o no es justo llevo escribiendo siete años en este blog (su título es por algo). Llevo 20 años de ejercicio, me han condenado a inocentes, he ganado casos que no debería haber ganado y probablemente el regusto ante las resoluciones judiciales sea mayoritariamente amargo. Tengo el convencimiento de que tres veces me han prevaricado. Me he enfadado, en ocasiones he tenido que estar mucho rato gestionando mi emoción de tristeza antes de ser capaz de llamar a un cliente para decirle que hemos perdido el juicio. Ante cada resolución que no me ha gustado he estado autoanalizandome para ver en qué he podido fallar y si era por culpa mía. He sentido como una brillante estragegia y planteamiento era tumbada sin el menor rubor por un juez incompetente. 

Pero este es el sistema, es mejorable sin duda, pero no es un sistema podrido ni los jueces como colectivo hacen lo que les viene en gana. Me quedo con los muchos jueces que tratan de hacer justicia con las herramientas que tienen, la fundamental de ellas la legislación con la que nos dotamos: y de ella somos responsables los ciudadanos que nos sentimos injustamente tratados pues somos los que "elegimos" a nuestros representantes legislativos los cuales en estos momentos se están comportando como auténticos cretinos. 

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