Una designada del turno de oficio me ha encargado intervenir en un juicio por delitos leves este viernes. Como es un juicio por delitos leves y además es denunciante no puede pedir abogado del turno de oficio. Sé que sus condiciones económicas son precarias y por tanto que el dinero que va a tener que pagarme no le sobra. Así que hoy tenía como objetivo explicarle qué suponía en sí el juicio, qué era lo más previsible que iba a pasar y si no era mejor idea que no me contratara y que fuera al juicio sin abogado y que quedara en manos del ministerio fiscal.
Así que le explicaba los pormenores de cómo es un juicio de esas características y que como no hay prueba directa contra el denunciado había probabilidades de que al denunciado lo absolvieran. En definitiva que podía ocurrir (no tenemos una bola de cristal para saber lo que va a pasar) que la pobre mujer se gastara el dinero y que yo le sirviera de poca ayuda pues acabaran absolviendo al denunciado.
Con lágrimas en los ojos me ha dicho que le daba igual como saliera el juicio y que quería que fuera su abogado. Entonces he entendido perfectamente sus motivos. Que su decisión es un acto de dignidad. De quien ha estado soportando malos tratos continuamente, que la abandonara, que aparezca cuando le de la gana sin preocuparse de sus hijos en común y tratando de imponerse sobre ella. Que este último acto de él que técnicamente no encaja dentro de los delitos de violencia de género por mucho que obedezca a un insufrible machismo era eso, el último acto de él sobre ella. Que quiere mandarle un mensaje: BASTA, se acabó, olvidame, dejame en paz.
Y todo ello con una denuncia que ha sido ninguneada por policía y juzgado a pesar de denunciarse entre otras cosas un allanamiento de morada (que implicaría un juicio por jurado y por eso los juzgados miran para otro lado), que ha sido tramitada como tantas otras y que no dejará de ser este viernes una carpeta más entre otras en la mesa del fiscal y de la juez, que habitualmente piensan que los delitos leves (antiguos juicios de faltas) son una penuria a la que no dar importancia y que mejor si no se celebraran.
Pero para ella, para mi cliente, es un acto supremo de vida y dignidad. De reforzarse y empoderarse. De plantar cara.
Y me he enorgullecido de que quiera que sea su abogado en algo tan importante. Así que el viernes, los dos, diremos BASTA.
Bien Alfredo , Basta ya
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