Voy a contar algo personal, nada que ver con lo jurídico ni otras cosas que suelo tratar en el blog. Voy a hablar de una planta, una orquídea que tengo en el despacho desde hace unos seis años. Esta planta ha coincidido con un proceso personal que no se muy bien como calificar. No es un proceso fácil, es doloroso y esta siendo duro.
Las orquídeas son plantas delicadas, que requieren un cuidado y soy una persona bastante poco cuidadosa con las plantas. De hecho no tengo plantas en casa por tal razón. Así que la orquídea siguió durante estos años un proceso de creciente deterioro debido a esa desatención, pero siempre seguía floreciendo. Intentando enderezarla he tronchado sus tallos, se han secado los mismos, sus hojas están muertas parcialmente. Su aspecto acabo siendo deplorable. En un determinado momento intente ser cuidadoso con ella, leí acerca de su mejor trato, compre un jarrón transparente que es el tipo que aconsejan para su crecimiento y cuando empecé a cuidarla como marcan las reglas, empezó a deteriorarse gravemente, tuve que volver a ponerla en su recipiente original de la tienda, el no aconsejable y revivió.
A lo largo de estos años, su aspecto era cada vez peor y siempre parecía que no iba a volver a florecer, pues su aspecto era en todo momento el de una planta muriéndose, pero siempre aparecían bulbos que florecían hasta este año. Este año sus dos tallos estaban ya definitivamente quebrados, sin posibilidad de hacer asomar un nuevo brote verde del que salir bulbos. Rotos y secos. Y sus hojas con peor pinta que nunca.
Coincidió precisamente con uno de los peores momentos de mi vida. Quizás el peor. Decidí que había llegado su momento. Era un momento de abandonar personalmente, sin ser capaz de ver hacia donde progresar, moviéndome por pura inercia. Sin fuerzas para mí mismo, di a la planta definitivamente por muerta. Pensé en tirarla pero algo me hizo dejarla en el despacho. En una ocasión dije sobre ella que era una superviviente como yo. No se merecia acabar en un cubo de basura. Así que se quedo. Me acompañaría hasta el final, fuera el que fuese.
Y ahí estaba, en el suelo, prácticamente olvidada. Sin agua. A la vuelta de Semana Santa en vez de tirar el agua de una botella opte por regarla un poco con ella, regándola así cada semana con un poco de agua. Este lunes en medio del estrés de esta semana, precisamente en unos momentos en que me siento mas fuerte personalmente y en proceso de sanar, la mire y me sorprendí viendo como había brotado un inimaginable nuevo tallo creciendo fuerte hacia arriba, hacia la luz, con los bulbos que anuncian nuevas flores.
Con extremo cuidado la ayude a enderezar el tallo. Me sorprendí pensando en mi mismo. En la extraña simbiosis entre esos dos supervivientes, la planta y yo. Volviendo a alumbrar un brote crecido desde la nada en un momento en que tengo la misma sensación conmigo mismo, compartiendo la fragilidad y la necesidad de ser ayudado con extremo cuidado a crecer sin romperse y sin desviarse.
Y sonreí
La orquídea parece frágil, pero no lo es! Vive en selvas rodeada de plantas y sólo cuando la sacamos de su hábitat, nos empeñamos en protegerla en exceso. Entonces se cree débil!
ResponderEliminarEsta de débil tiene poco
EliminarEnhorabuena por el proceso de supervivencia. Hay seres vivos que a pesar de los obstáculos no sólo sobreviven sino que se transforman en seres fuertes y, sin duda mejores. Me recuerda ese proverbio que dice algo así como cuando termine la tormenta no recordarás cómo sobreviviste, y tampoco sabrás si realmente ha terminado, pero lo que es seguro es que cuando salgas de esa tormenta no serás la misma "planta" que entró en ella. De eso se trata esa tormenta.
ResponderEliminarGracias por tus palabras
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