viernes, 13 de diciembre de 2013

ABOGADO: EL PRECIO DE LOS SERVICIOS

A la hora de poner en marcha un negocio una de las decisiones que suelen revestir mayor dificultad es la de fijar los precios. Cuando estamos hablando de prestaciones de servicios que se caracterizan por su intangibilidad la decisión afronta mayores dificultades dado que los servicios de estas características son percibidos de distinta manera por los clientes.

El precio es importante porque es una manera de medir y dar valor al trabajo que realizamos. Si nosotros mismos no lo valoramos difícilmente lo valorará el cliente. Pero el precio también puede generar el perder un cliente, si este precio es elevado para la percepción de calidad y de prestación del servicio por parte del mismo.

Así mismo, estamos en un momento donde equivocadamente se está produciendo una importante rebaja de precios, al considerarse la estrategia más adecuada en estos tiempos actuales. Una cosa es ajustar el precio a la actual coyuntura y naturalmente a las circunstancias propias del cliente, y otra muy distinta entrar en una escalada de bajada de precios que fomenta una competencia desleal y que es una política de pan para hoy y hambre para mañana.

La manera de fijar el precio también reviste dificultad. Hay partidarios de la facturación por horas y otros de poner unos precios globales independientemente de las horas dedicadas. En mi opinión el sistema más adecuado para satisfacer al cliente es facturar por horas, por ser el que adecúa de manera más exacta el precio al trabajo efectivamente realizado y es la mejor manera de que el cliente no entienda desajustado el precio, eso sí, teniendo en cuenta que muchas veces el cliente no percibe todo el esfuerzo y horas dedicadas que hay detrás de la prestación de un determinado servicio.

Además del concepto de tiempo, también debemos tener en cuenta otros que difícilmente percibe el cliente como es el conocimiento previo, la experiencia y uno muy importante: la responsabilidad de nuestro trabajo. A ello le añadiremos el resultado obtenido.

Para facturar por horas tenemos que estar acostumbrados a llevar un control del tiempo que dedicamos a cada asunto, para poder utilizar este sistema. Esto también nos ayuda a una mayor eficiencia a la hora de gestionar nuestro despacho indicandonos que asuntos son más rentables para nosotros, cuales hacemos con mayor agilidad y cuales con mayor esfuerzo.

Sin embargo todo lo anterior se ve desvirtuado por una paradoja que voy a tratar de explicar. Los clientes buscan una prestación de servicios especializada, quieren un abogado especializado en su problema, por muy nimio, simple o sencillo que sea tal encomienda. Pero a la vez, también tienen una fidelidad con el despacho, les gusta la manera en que se les trata, se genera una relación de confianza, y quieren que dicho despacho les cubra cualquier necesidad jurídica, por muy variopinta que esta sea. Naturalmente me estoy refiriendo a un despacho tradicional, y no a ese concepto de boutiques jurídicas que ahora tanto se utiliza, y que en mi opinión funcionan para un muy concreto y determinado tipo de clientes y necesidades.

Ese es el gran reto de los despachos modernos de aquí a unos años, poder dar un servicio integral a los clientes, pero a la vez de elevada calidad y percepción de especialización. Algo que va a hacer preciso una evolución de la amplia mayoría de los despachos actuales, incapaces de dar esta cobertura.

Y esto incide también en el precio, dado que determinados encargos, no van a poder ser facturados por horas, pues el precio resultante va a ser excesivamente elevado para el interés en juego. En estos casos, habrá que hacer prestación de servicios a pérdida o a baja rentabilidad, con el objeto de poder mantener en cartera ese cliente. La otra opción sería prestar el servicio con una calidad deficiente, lo cual naturalmente descarto.

Voy a hacer dos breves menciones también. La primera a los denominados criterios orientativos de abogados, heredados de los antiguos criterios de honorarios, que muchos abogados desconocen que no pueden ser aplicados, ni referenciados; y que por otra parte, siempre he considerado absolutamente desajustados a los precios de mercado, sin tener claro que tipo de personas los redactan.

La otra una necesaria mención a la mediación. Dentro de ese objetivo de prestación integral de servicios especializados, los despachos también deben contemplar la mediación no solo como un servicio más a prestar, sino también como un servicio que puede modular los costes de cara al cliente: la mediación en muchas ocasiones va a suponer un menor coste económico (y de otro tipo) para el mismo.

Por último, el sector de la abogacía es muy renuente a trabajar con fijación predeterminada de precios o a la hora de dar un presupuesto. Esto es algo que cada vez se va a dar más, por lo que como indico resulta absolutamente necesario que el despacho y el abogado tenga un sistema de facturación o de determinación de precios que posibilite dar respuesta a estas necesidades.

Si eres abogado me gustaría recomendarte la lectura de esta entrada de @lauramollaGMR sobre gestión de despachos

2 comentarios:

  1. Alfredo,

    Entiendo, por alguna entrada anterior, que lo que defiendes es el ejercicio colectivo (o asociativo) de la abogacía, porque en caso contrario no se puede dar, en las distintas áreas de ejercicio, ese servicio de elevada calidad que propugnas.

    El tiempo es el que es y tener una elevada especialización en distintas materias es utópico para un abogado que ejerce de forma individual.

    Si te he entendido bien (ejercicio colectivo), comparto tú diagnostico, pero parcialmente. Y parcialmente porque lo de la facturación por horas está en plena decadencia. Por qué? Pues porque depende del expertise de cada abogado el número de horas a dedicar a un determinado asunto. Pongamos un ejemplo: Entra en el despacho, por primera vez, un asunto de cláusulas suelo: ¿Cuantas horas deben invertirse para preparar el asunto? Son repercutibles todas esas horas al cliente? Y, si es el asunto nº 100 de cláusulas suelo, que le cobras al cliente? También por horas?
    La clave, a mi juicio, no es facturación por horas, por normas orientadoras o por presupuesto cerrado. La clave es la facturación rentable. Esto es, aquella que retribuya adecuadamente el servicio prestado teniendo en cuenta muchas y diversas variables (algunas de las cuales ya apuntas).

    Y esto, evidentemente, es lo que muchos, entre los cuales me incluyo, no sabemos hacer, porque, por mucho que se insista al respecto, no somos exclusivamente una actividad empresarial. Esta última cuestión da para una, o quizás más, entradas, pero lo que está claro es que no sería muy rentable. :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si Emilio. Para los despachos que no sean capaces de segmentar y especializarse en una materia en concreto, centrando la prestación de servicios en la misma, el recorrido debe ser un ejercicio colectivo de la abogacía.

      Efectivamente la respuesta a encontrar es esa, como dar un servicio especializado en toda la demanda del potencial cliente? Para eso se necesitará una prestación colectiva. El intercambio de tuits que teniamos ayer junto con Luis y Laura iba en ese sentido, pero lo dejaremos a prometidas entradas (no solo mias) :)

      En mi entrada además del tiempo también hablo de otros factores a la hora de facturar como la experiencia, el conocimiento específico, asi como la responsabilidad y el resultado.

      Como bien dices un tema que por su desconocimiento te exige un estudio superior al tema que ya conoces no puede facturarse solo por tiempo pues sería paradójico que arrojara un precio superior el de quien tiene menor experiencia que el de quien la tiene. En estos casos hay que aquilatar ese sistema de facturación.

      También he de decir que en mi opinión, afrontar un trabajo debe contar con unos estandares mínimos de calidad. Es decir que independientemente de que sea el número 100 de cláusula suelo, aun así, debe haber un mínimo de estudio jurisprudencial.

      Pero precisamente se trata de intentar fijar unos criterios objetivos para la facturación, algo que en nuestro trabajo es complicado. Imaginemos por ejemplo un proceso de familia o divorcio. Son procesos absolutamente distintos, que pueden llevar una enorme disparidad de trabajo y de horas dedicadas según los intereses en juego y el tipo de conflicto, y que es algo que somos incapaces de determinar con antelación. Y si nos piden un presupuesto?

      Es cierto que fijar ese precio rentable es muy difícil, pero no es menos cierto que cada vez se va a dar en mayor medida el escenario de petición de presupuestos previos o de la conveniencia de fijar precios de conocimiento público p.e. en la web.

      Tener un sistema de fijación de precios no solo nos ayudará en nuestra propia planificación estratégica, para saber que tipo de procedimientos nos resultan más rentables, sino que también será un elemento de diferenciación competitiva. El cliente siempre va a preferir un precio conocido y fijado previamente que no uno indeterminado.

      Eliminar