Anda la sociedad conmocionada estos días con el asesinato de Laura Luelmo. El sospechoso del crimen es un expresidiario que acababa de cumplir condena de 17 años de prisión por haber matado a una mujer que iba a testificar en su contra en un juicio. Así que apelando a una reincidencia (y sin hablar con especialistas en criminología que nos indiquen cuales son las tasas de reincidencia) se ha calentado el debate en relación a la prisión permanente renovable y cualquier día sobre la pena de muerte. Muchos se preguntan. ¿Que se puede hacer con este tipo de personas?
Es normal que se haga uno esa pregunta pues es una pregunta que nos llevamos haciendo miles de años, probablemente tanto tiempo como somos seres humanos y vivimos en comunidad. Las respuestas a la misma han variado durante ese tiempo y resolver la cuestión no es fácil
Son más de 20 años ejerciendo de abogado y llevando muchos temas penales. Creo que una de las cosas que más sorprende a quienes no trabajan en esto es cuando hablo bien de personas que están presas. La mayoría de los presos con los que he hablado se han mostrado correctos y educados, tienen preocupaciones como cualquier otro y sorprende pues de alguna manera la gente tiene la necesidad de pensar que quien está preso, que el delincuente, es diferente. Una aproximación al código penal les indicaría lo que aprendí en las oposiciones al estudiar criminología. Que todos somos potenciales delincuentes. Que es fácil que cualquiera de nosotros cometa un delito.
Se pueden contar con los dedos de una mano las veces que he sentido miedo hablando con uno de ellos, bien sea un cliente, un detenido o un preso. Y no me refiero a tener miedo por mi integridad física sino una extraña sensación de al mirar directamente a sus ojos sentir que enfrente tuyo hay algo frío y oscuro y que te pone inmediatamente en guardia y a la defensiva. Como si reconocieras a un depredador. Es una sensación extraña, atávica, algo que conecta con aquellos conocimientos pretéritos que almacenas, algo salvaje. Es como si te toparas con alguien que no es un humano.
Y es cierto que te haces esa pregunta, como cuando lees jurisprudencia penal y te adentras en determinados hechos probados y piensas qué persona puede ser capaz de tal salvajismo y brutalidad. Y es que como digo hay algunos seres humanos para los cuales la vida ajena no tiene ningún valor. Y eso no es una cuestión de machismo ni de otros ismos. Es algo distinto. Son personas que son incapaces de sentir empatía, que son capaces de hacer lo que el resto probablemente solo haríamos en circunstancias extremas o por salvar nuestra propia vida. Pero son pocos.
Y una sociedad se define por como responde ante sus conductas. No seamos como ellos. Tengamos presente que hay cosas que sí que tienen valor, como los principios jurídicos, los derechos humanos, la humanidad. No los sacrifiquemos por deshacernos de ellos.