Si algún partido político propusiera reformar la ley e instaurar el Código de Hammurabi (aquello del ojo por ojo y diente por diente) probablemente los ciudadanos mirarían espantados al proponente entendiendo esa respuesta jurídica violenta y reprochable. Digo probablemente porque a estas alturas de mi existencia y visto como está todo, todo me espero y nada ya me sorprendería, pero quiero pensar que pasaría lo que indico, un rechazo de plano y un fustigamiento público atroz del proponente.
Pero curiosamente a la par he visto reacciones indignadas ante esta sentencia por la cual un pamplonica que en san fermines abusa de una turista y el novio de ésta le pega un puñetazo ante tal conducta, sanciona al novio con 9 meses de prisión y una indemnización de 150000 euros. Así he visto todo tipo de comentarios del estilo de qué barbaridad, yo haría lo mismo, y como pueden los jueces dictaminar algo así, habrase visto, etc, etc con mucho golpe de pecho y estirarse de los pelos.
Y la sentencia, al menos lo que deriva de la noticia cuyo enlace he puesto parece intachable e incluso parece magnánima con el agresor al apreciarle una discutible en mi opinión atenuante de legítima defensa.
Y es que desde la objetividad de quien no estaba en situación y conoce algo de derecho, la respuesta agresiva aparece sobredimensionada pudiendose uno imaginar otras formas o maneras de actuar que hubieran interrumpido y evitado el abuso que se estaba produciendo sin necesidad de causar los males que ocasionó la respuesta desmedidamente violenta. Y esa y no otra es la labor de los jueces, ser objetivos, valorar desde esa posición las conductas y aplicar la ley. Y aplicando la ley como digo incluso de manera benevolente, la respuesta penal para el novio agresor es la que hay.
Por algo nos dotamos de normas y de derecho, para eliminar la fuerza y la violencia de nuestras relaciones sociales. Eso es lo que hizo el Código de Hammurabi que ahora nos puede parecer sangriento, violento y excesivo, medir la respuesta en la aplicación de la fuerza, de una manera acomodada a la sociedad de la época. Y dicha medición, dicho Código, fue un gran avance. El avance de que nadie se puede tomar la justicia por su mano y el patrimonializar en el Estado, en la administración, el uso de la fuerza coercitiva y como respuesta a determinadas conductas.
En el fondo, a quien le parece aberrante la sentencia le gustaría tomarse la justicia por su mano. Y esto es muy propio de este país y por lo visto del ser humano dada la facilidad con la que sale el linchador sobre todo en los comportamientos en masa. ¿Por qué decimos que yo también le pegaría una hostia a un fulano si me viera en la misma situación y nos escandaliza el linchamiento de los rebeldes del reciente golpe de estado en Turquía?
Habrá quien me dirá que el nivel de la respuesta no es el mismo y esa es una respuesta falaz por dos razones. Primero porque no es de recibo que nosotros mismos midamos el nivel de lo que hacemos y lo consideremos correcto o incorrecto cuando afecta a otros. Segundo porque en realidad el rasero lo ponemos según quien haga la acción: nosotros u otros. Si lo hacemos nosotros estará bien tomarse la justicia por nuestra mano y si lo hace otro no, salvo en determinados supuestos que parece que la mayoría social esta de acuerdo (venganzas).
Pero la norma lo impide y nos hemos dado estas normas por acuerdo colectivo, desterrando el uso de la violencia y dejando que sean otras instituciones quienes las apliquen (en este caso los jueces).
Salvo que no sea así, cosa que agradecería que me dijerais para empezar a aplicar yo la justicia por mi cuenta como yo considere y a quien en mi opinión se lo merezca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario