Ayer leía el blog de Ricard Martínez donde reflexionaba sobre estas cuestiones como sufridor de excesos en fiestas patronales. Hoy como conductor me he topado con una pluralidad de conductores incumplidores de las más elementales normas no sólo de conducción sino de urbanismo y educación.
Me gustaría trasladar con la claridad que lo ha hecho Ricard Martínez en su blog la trascendencia de estos comportamientos cada vez más habituales. Las normas están para cumplirse pero no por su mero mandato normativo, sino porque el efecto de su cumplimiento es beneficioso para el conjunto de la sociedad. Dejare a un lado otras disquisiciones sobre la objeción a una norma injusta, pues exige definir el concepto de justicia e injusticia y además no tiene nada que ver con esto. Se trata en mi oponion de un comportamiento cada vez más extendido cual es anteponer el interés individual frente al colectivo, pero llegando ya a un punto en el cual ya no se trata de una contraposición de intereses. Es que no existe el más mínimo respeto ni consideración hacia al otro.
Esto es lo que considero extremadamente grave y preocupante. Es difícil que progresemos como sociedad con esta mentalidad y ciertamente asusta a que extremos de puede llevar si cada vez más ciudadanos funcionan de esta manera, sin pensar en el otro. Habrá quien me dirá que esto pasa desde hace mucho tiempo o que ha ocurrido siempre. Discrepo. No tanto como ahora.
Pero claro, no hay más que ver también nuestra clase política, ministros que en otros países no hubieran llegado a serlo (ana mato, si marido y la Gurtel), partidos que pretenden cambiar las normas cuando les interesa, y continuos escándalos.
Y no parece que como sociedad nos preocupe ni tomemos acciones para solucionar esto.
¿Qué es el bien común? ¿Quién piensa em el bién común? En tiempos de crisis, prima el salvese quien pueda y tonto el último. Afortunadamente, sigue habiendo muchas personas que se respetan y respetan a los demás. Esa es la base si no te respetas tú, cómo vas a respetar a los demás.
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